Yo llevo pasando consulta por videoconferencia desde 2015, aunque no con la frecuencia con la que lo hago a día de hoy por la pandemia, claro está.
Al principio la concebí como una forma de mantener las sesiones con pacientes que se iban a vivir fuera o viajaban, o para asegurar la atención psicológica de calidad en el rural; también me llegaron pacientes de otras ciudades por recomendación. Todo un batiburrillo de situaciones que me han llevado a enriquecer mi experiencia profesional más allá de las cuatro paredes de una consulta.
¿Qué pegas me estoy encontrando que pone la gente a esta modalidad, ahora que está tan instaurada en nuestras vidas?
- “Seguro que no funciona igual”.
Cuando la terapia está bien hecha, y tú estás motivada o motivado para hacer las tareas entre sesiones, funciona igual, y en algunos casos, hasta mejor. Piensa en esas personas que su trastorno mental es tan limitante que no pueden salir de casa: la terapia online asegura que puedan acceder a tratamiento sin desplazarse. Es decir, se garantiza la atención psicológica de personas que en otros casos no hubieran asomado por la consulta ni de broma. Cierto es (y lo advierto siempre) que hay trastornos que por sus características no deben ser tratados por videoconferencia, pero la mayor parte de los trastornos mentales, y todos los emocionales, sí. Los casos que no se deben tratar así son las adicciones, los trastornos de la conducta alimenticia y las crisis suicidas (se entiende que a estas personas haya que tenerlas localizadas, ¿verdad?).
Otra cosa a tener en cuenta son los entresijos en sí de la psicoterapia. En consulta, nos dedicamos a cambiar ciertas normas verbales que hayas aprendido, o a modelar con el lenguaje tu conducta. Para ninguna de estas situaciones es necesario que estemos en la misma habitación.
Es decir, funciona igual en la mayoría de los casos, y en otros, incluso mejor. Además de garantizar el acceso a la psicoterapia de calidad a personas que no accederían de otra forma.
- “Se pierde información no verbal”.
Puede. Y digo puede, porque en la consulta presencial también “se pierde” con el uso de las mascarillas, por mucho que ya me haya hecho experta en la detección de sutiles cambios en la dilatación de las pupilas de mis pacientes. Broma. Como ya sea consulta presencial con una persona con mascarilla que se haya hecho un tratamiento con bótox, apaga y vámonos, porque ahí sí que es difícil descifrar cambios sutiles en la expresión facial.
Es decir, cambiamos la falta de información de hombros hacia abajo, por la falta de información de los dos tercios inferiores de la cara. No sé. A la hora de leer, me quedo con la primera opción de calle, ¿no?
Psicoterapia como heroína. Ole yo. Esta queja viene a hacer referencia a la adherencia al tratamiento (el que te tomes las dos dosis de antibióticos que te han recetado a las horas que te tocan durante los diez días que te ha dicho tu médico). Sin embargo, mi experiencia me viene a decir dos cosas: que quien no hace las tareas, no las hace ni aunque tenga que verte de manera presencial; y que al pasar la documentación de forma digital, está más a mano siempre, y hay más personas de la zona gris que cumple. Además, el formato online es un formato “antipereza”: basta con que te pongas el chándal y te laves la cara para estar presentable para las sesiones. Además, al no tener que ir y volver de la consulta, tienes más tiempo para el resto de aspectos de tu vida… Yo le veo cada vez más pros a esto, ¿no crees?
Esto sí que lo concedo. Es cierto que al estar en distintas habitaciones, la calidez, la cercanía y la empatía parece que tardan más en fraguar. Pero para evitarlo, intento hacer uso de varios recursos: la autorrevelación y el sentido del humor. Hablándote de algunos ejemplos míos, o con humor blanco, consigo que la distancia física se reduzca un poquitín, sobre todo al principio. Conforme la terapia va avanzando, deja de notarse esta falta de cercanía. Palabrita.
- “Me da paranoia que se filtren las conversaciones”.
No creo que nuestras vidas sean tan interesantes como para que nos espíen, pero de hacerlo, se encontrarán con que cumplo todas las normativas para la protección de datos, además de que soy especialmente maniática en este aspecto. Por mi parte, hago todo lo obligatorio y más. El siguiente paso son los gorros de papel de aluminio, en serio.
- “Prefiero esperar a que vuelvas a la consulta presencial”.
Gracias. De verdad, mil gracias. El problema es que hasta que no me pongan las dos dosis de la vacuna no tengo previsto volver a pasar consulta presencial con pacientes privados. Es un fastidio, tal vez, pero creo que es lo más seguro tanto para mí como para la persona que se me sienta enfrente. Así que ya lo he puesto por escrito: cuando tenga las dos dosis de la vacuna, volveré a la consulta presencial. No tengo ni idea de cuándo será eso, así que te recomiendo que me sigas por redes sociales, porque lo anunciaré a bombo y platillo.
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